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lunes, 22 de noviembre de 2010

Sobre mi


Siempre fui de las que miraban a los niños jugar, de las que preferían leer o preferían intentar entender el mundo que las rodeaba... crecí junto a gente maravillosa que entregaba rosas de mil colores arrancadas de un jardín hecho de amor, logrando que una inocente sonrisa se escapara de mis labios cuando menos lo esperaba. Fui de esas que amaba mirar al cielo e imaginar cómo sería el día si las nubes estuviesen pintadas, o si en las noches las estrellas decidieran no brillar. Odiaba ver a las niñas creerse mayores y a las mujeres que creían ser niñas. En mi infancia quise mucho… quizás amé… amé con esas ansias de perfección, amé por unos segundos o por años. En mi infancia no cometí errores, no considero ninguno de esos actos como un error. Supe dar pasos lentos y me parecieron aburridos, comencé a caminar a zancadas gigantescas, pero cuando quise avanzar lento me vi en un mundo distinto, en un mundo que no conocía, pues los años pasaron y los recuerdos ahora pesan, hoy miro a la gente transitar sin ver la alegría, veo personas sin conciencia, con amores ficticios, veo suciedad, veo amargura y desesperación por ser alguien peor de lo que ya son y es que el mundo que ahora veo está lleno de mediocridad.  Siento como si me hubiesen cambiado los ojos, como si el corazón ya no fuera tan rojo como solía ser y como si mi mente ya no fuera tan expresiva como antes. Solía soñar con cocodrilos gigantes que querían pisotearme, ahora vivo junto a ellos, pero no son ni tan grandes ni tan verdes como pensé que serían. Ahora conocí gente más maravillosa que antes pero con una facilidad para mutar increíble, así como conocí gente que también era perseguida por cocodrilos y supimos hacerles frente. Me sorprende haber crecido sobre un piso de cristal, me sorprende que no se halla quebrado de manera sorpresiva, me agrada haber entendido que caer era lo mejor  que me podía pasar, pues día a día caía mejor y el cristal ya no me cortaba en pedacitos el corazón. Agradezco a quienes me recibieron en las profundidades y supieron pintar mis sueños de color nuevamente, limpiar la sangre de mis heridas y ayudarme a crear una nueva superficie para vivir, cada vez más rígida, cada vez más fortalecida. Ahora no creo; amo, pero diferente; sueño, aunque muchas veces desearía no hacerlo; y aún pienso qué pasaría si las nubes estuviesen pintadas  o si en las noches las estrellas decidieran no brillar. 

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